miércoles, 3 de diciembre de 2008

Tu primera vez



Ya no había casi luz afuera.
La temperatura era la justa. Ni más, ni menos de la que queríamos que hiciera.
Los dos, abrazados, acariciándonos, fijábamos entre silencios y susurros nuestras miradas en el otro.
Nos regocijábamos con nuestros besos interminables de siempre. Nos disfrutabamos románticamente!
El living de la casa, con su tenue luz de un viejo velador con forma de palo borracho, era nuestro nido en ese momento. La puerta de la habitación nos llamaba constante, más a mi incluso que a vos. Es que algo en mì moría de deseos. 
Nuestro sigilo verbal era interrumpido por mis susurros, cada tanto.
-"Te amo!
Qué lindo es estar con vos, así, abrazados!"- Le dije.
Pero que difícil se me hacía esa situación. Ya lo habíamos hablado varias veces. No sabíamos cómo llevar adelante este momento. Yo quería que te sientas cómoda, segura, amada, protegida! Siempre lo hice, siempre lo seguiré haciendo!
Al oído te pregunté si estabas segura, si aún querías hacerlo y me contestaste con la voz sedienta de pasión, tus ganas de descubrir tu sexualidad y esa nueva etapa de tu vida... - "Sí, muero de ganas"-

Te abracé fuerte, contento y muy excitado. Te bese, me apoderé de tus tiernos y carnosos labios, me adueñe de tu lengua y jugué con ella. Bese tu cuello. Lo sentí sabroso y perfumado!!
El aroma de tu piel, perfume del olimpo, me enloquecía!!
-"Tranquila mi amor!! Esta noche será única, inolvidable y si algo no te llegara a gustar, yo dejare de hacerlo. Y si algo te da vergüenza, tratare de calmarte, si sos la más linda mujer que conocí jamás, no tengas vergüenza, tené orgullo mi amor, Que hacer yo entonces con este común envase que me dio la naturaleza y el capricho de algún gen familiar?"-

Te levante de tu asiento, mis piernas, y te lleve lentamente, besándote, sosteniéndote con firmeza, hasta mi habitación. La luz estaba apagada, solo el ocaso nublado en la ventana asomaba inseguro, enmarcando en oro la perfección de tus curvas en la oscuridad. Dándole un brillo hipnótico a tu piel.
Te recosté, suave, lento, sobre esas blancas sábanas, lecho de amor. "Tranquila, seda sobre seda reluce más aun". Le dije.
Acaricié tu frente y seguí por tus cabellos hasta tu espalda, mientras te besaba apasionadamente y con mi otra mano sostenía tu cintura, entrelazados los dos.
Con temor pero con ganas, sentía como me abrazabas y pícaramente agarrabas mi cola. Te soltabas lentamente. Con vergüenza. Pero te ibas soltando. Con cada caricia, cada beso en tu cuerpo. Sentía como exhalabas pasión. Tus leves gemidos ponían mi sentido del oído al extremo.
Comencé a desabrocharte muy lentamente tu delgada blusa exponiendo ante mi tus pechos, redondos, pequeños pero firmes, suaves, deliciosos. Los bese por primera vez con todas las ganas. Buscando volverte loca, cómoda, excitada. Me agarrabas del pelo mientras mi lengua se colaba atrevida en tus pezones y los rozaba apenas. Nunca quite mi mirada de vos. Ame tu pecho, como ame tus labios, como ame cada milímetro tuyo y como lo seguiré amando cada día!

Para no llevar tu pudor mas allá, nos tapamos con las sabanas, que lentamente se fueron como convirtiendo en parte de nuestro cuerpo. La blusa, ya en el piso, llamo a la pollera y casi inmediatamente se formó un pequeño montículo de ropa que no se sabía a cuál de nosotros pertenecía cada una.
Solo quedaban en nosotros las últimas prendas. -"Estas bien?"- te pregunte. -"Hay algo que te moleste?"-
-"No, por favor, no pares"- me dijiste entre suspiros, mientras llené de mis más dulces besos tu abdomen. Los pelitos minúsculos de tu piel salían rectos hacia mí. Hacia mi lengua, hacia mi boca. Mis manos nunca dejaron de acariciarte, de abrazarte de a ratos, de excitarte en el contacto. Muy cerca de tu sexo, mi boca, atrevida, te deseaba. Sabía yo que no era turno de eso, pero te deseaba. Ya habría tiempo para mucho más. Pero sabía que solo querías que te haga mía.
Atiné a quitar tu ultima prenda, esa que hasta el momento te había protegido de todo y de todos, y en ese momento cerraste los ojos y cerraste fuerte las manos!!
-"No te preocupes, amor, yo te voy a cuidar"-
Aflojaste despacio la presión y las piernas me dieron libertad. Las bese mientras mis manos acariciaban tu vulva que explotaba de nervios y calentura. Tu mente volaba, yo lo sabía. Estabas empapada. 
Subí y en secreto te susurre algo, posando mis labios sobre el lóbulo de tus orejas y te estremeciste tanto tanto, que me di cuenta que ese era el momento justo!
Deje caer tanto tu prenda como mi bóxer, que ya no me apretaba, y liberé ante ti mi masculinidad. Esa que estabas deseando como yo a vos. Esa que fantaseabas hasta el momento y ahora mezclabas esas ganas con temor, vergüenza y calentura.
Nos besamos, te roce todo el cuerpo con las yemas de los dedos! Apoye suavemente la puntita de mi pene, duro, durísimo de deseo, humedecido totalmente en su punta sobre tu clítoris, rozándolo sin penetrar nunca.
Tus piernas se cerraron fuerte aprentandolo, sintiendolo. tus manos atrevidas no contenían sus ganas y, quizas por inexperiente hasta aprestaste demás. Pero lejos de doler, más ganas me dieron.
Roce, roce y roce tanto su clítoris que sus gemidos al oído en medio de abrazos y apretones casi me aturdían.
Mi glande se fue deslizando hacia adentro, estabas tan caliente que gracias a Dios tu vulva me abrió suavemente paso. Entraba y salía mi cabecita, y te gustaba. Seguí y seguí cada vez más adentro y algún gesto de dolor me indicaba que frenara un poco. que vuelva a empezar.
Tus ojos se abrieron bien grandes cuando entré cada cm mío en tu interior, cuando al fin pudimos hacer el amor. Ya eras mía como queríamos y yo tuyo como imaginábamos.
Ese día quedaría en nuestra memoria ya, pase lo que pase. Ya no habría nada más importante en ese momento que nosotros dos.
Ya es anecdótico que me hayas pedido que pare casi cuando estábamos ahí, cerquita. Pero te dolía y sangraba un poquito, pero está bien, dejémoslo ahí, que ya lo vamos a poder completar otro día.
Otro día en el que los dos vamos a volver a ser uno. Uno dentro del otro, uno encima del otro, UNO.
Ya es anecdótico que nos quedáramos dormidos, juntos, así abrazados. Uno al lado del otro, casi encima del otro. Que nos amaramos por el resto de esa noche, como nunca, como siempre, como si fuera la última vez. O como si fuera la primera.

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