jueves, 7 de marzo de 2024

EL PERMITIDO


Sábado a la tarde, Mis ganas habituales de hacer algo y no tener con quien, teniendo en cuenta que era una etapa en la que no estaba con interés de formar pareja y que, al mismo tiempo, el onanismo me tenía un poco aburrido, trajeron a mi memoria algo que algún intrépido varón alguna vez me había comentado:

Hay lugares donde uno puede ir a pasarla bien y olvidarse del compromiso, el tener que llevar flores, contarse de la vida o escuchar de la otros que realmente poco te importan.

Sí, ya sé, por lo general no es mi tipo de búsqueda, por lo general soy de los que aman amar. Por algo he vivido gran parte de mi adultez en pareja. Me gusta. Me gusta el romance, me gusta sentirme enamorado y ver y sentir que también puedo enamorar a la otra persona. Y, aun cuando no estoy en busca de algo estable y romántico, igualmente soy de los que gustan del momento romántico, compartir algo, una cena, un brindis. Las miradas pícaras y toda la parafernalia enderedor lo que puede ser un encuentro se×ual. Siempre con la responsabilidad afectiva de, si es necesario, aclarar o que me aclaren que la búsqueda es de algo casual (aunque se repita una o varias veces) y que se pueda disfrutar de algo apasionado y amoroso sin el riesgo de que nadie se ilusione con algo que no es o no va a ser.

Bueh, aunque eso luego pueda decidirlo la vida misma.

Así que, sin tarea u obligación por delante, y mucho tiempo libre me bañé y fui a curiosear dicho lugar que, por cierto, es solo para hombres.

Si, un lugar sólo para hombres en busca de relajar y permitirse el disfrute sin compromisos ni prejuicios.

Hombres con todas las etiquetas habidas y por haber, y también sin etiqueta alguna.

¿Cómo será este lugar? pensaba yo.

Siempre tuve en claro que mis experiencias con hombres diferían mucho de las que habitualmente tenía con mujeres. Podía pasarla bien, muy bien, re bien. E Irme como si nada. Sin culpa alguna de hasta, quizás, no haberle preguntado ni el nombre al otro ser con el que estuve.

Llegué al lugar en pleno barrio de Abasto, entre por una puertita gris imposible de sospechar que se trataba de un lugar para hombres salvo por una bandera LGBTIQ+ tamaño A4 pegada en la misma.

Al entrar, en un mostrador pequeño, me atiende una mujer. Sí, una mujer. Algo que me puso mis ratones a matarse a trompadas. Será por mi amplia mente en cuanto a la sexualidad, porque la realidad es que no sé cómo lo podría tomar un varón completamente homose×ual. Capaz le incomoda o le resulta chocante. No lo sé, la cuestión es que a mí me hizo entrar al lugar ya con una erecci0n de novela.

Me dieron una toalla, dos ojotas, una llavecita para un locker, un jaboncito de hotel alojamiento, shampoo y crema de enjuague y un puñado de preservativos y gel.

Si, a ponerse en bolas, darse una ducha para mantener los buenos aromas y sabores y a caminar por aquel antro de la perdición llena de hombres deseosos de lo mismo que uno.

Sinceramente, entrar y que me den preservativos, para mí fue un alivio. No hubiera soportado estar en un lugar que no incentiven a sus clientes a cuidarse. Luego cada uno hace lo que le parece. Pero era un buen indicio.

Así que me cambié, deje todo así nomas dentro del locker, me dirigí a las duchas ahí pegadito y comencé a enjabonarme. Recuerdo que era una época de no mucho calor, por lo que el agua caliente y ese caudal de agua tipo cascada me hicieron disfrutar del baño durante bastante tiempo. Tanto, que no me había dado cuenta que ya tenía la mirada de dos muchachos clavadas en mi persona.

Un poco de vergüenza me dio, así que me enjuagué y casi que salí corriendo. Jajá!

En la Planta baja, un bar, un jacuzzi caliente bastante grande, un ascensor, escaleras y no mucho más.


El morbo, fue empezar a recorrer el lugar apenas con una toalla chiquita sujetada a modo de pollerita rodeado de hombres vestidos todos iguales. Montones de hombres de todas las edades, cuerpos con panzas, cuerpos delgados, altos, petizos, canosos, morochos, rubios, musculosos, flácidos, varoniles, afeminados, etc. Todo lo que puedan llegar a imaginar, en un solo lugar.

Casi como una supermercado chino de varones dispuestos a lo mismo que uno.

Las solas miradas me calentaban. Yo era joven, delgado, Ex futbolista amateur, con mis piernas duras y mi cola de pato que, admito, se llevaban muchísimas miradas. Eso me calentaba aún más. Saberme observado, saber que daba la vuelta a la esquina y al mirar para atrás tenia a dos o tres hombres que me venían siguiendo. Fuaaa. Como juega el morbo en todo esto no?

Resulta que arriba había un piso con cuartitos y camillas como para entrar y cerrar la puerta y quedarse de a dos, a solas. Pero a mí me gustaba el quilombo. Yo no quería estar con uno, quería aprovechar ese sentirme sexy que me causaba la situación y hacer que algo que venía tranquilo, se vuelva caos.

Entonces, entre por una puerta que bajaba a un sector con toda una ambientación Sado, BDSM. Excelente lugar.

Había una jaula, cadenas, hamacas que son para posiciones perfectas para el se×o, y al bajar las escaleras había lugares aún más turbios. Poca luz y muchos gemidos de distintos tonos, algunos que disfrutaban de verse feminizados y por momentos te confundían, ya que si sólo te guiabas por lo sonoro, parecía que hubiera una mujer. Pero al espiar se podía observar como un muchachito de unos 25 años era sometido entre 4 contra unas rejas.

Plaf, plaf, se escuchaban unos chirlos fuertes contra su cola mientras otro le escupía en la boca llamándolo "pvtit0 de mier...d4".

No me hallo en ese contexto, pero admito que observarlo era fuerte y llamativo a la vez para mí.

Hacia el otro lado unos bancos como de plaza había dos varones de estilos bien opuestos, y a los que me acerqué a observar con mayor interés. Sentado en el banco un muchacho grandote, tipo osito, pero no gordo, solo grandote. Peludo, barba, de esos que por la calle jamás te imaginarías verlo en este lugar. Pero ahí estaba, dándole terrible f3lación a otro más petizo, flaco, sin mucho cuerpo pero con un tamaño más que interesante. La escena era realmente tentadora. Me quedé observado un rato, con mi miembro asomando por abajo de la toalla como pidiendo que ya haga uso de este permitido que me estaba dando.

De atrás apareció uno de los muchachos que me venía siguiendo desde la ducha y me empezó a acariciar la cola, la espalda, Me moría de vergüenza pero eso hacía que esté aún más excitado. Cuando giro la cabeza para ver, el que estaba sentado me agarra de la pij4 como si fuera una manija y me llevo directo a su boca y comenzó a chuparnos a los dos al mismo tiempo. Qué manera de volar. De golpe y porrazo éramos 4 trenzándose entre besos, manos largas y dedos insolentes. Llego un 5to refuerzo, luego un señor grande medio desesperado que me la bajo un poco. Luego uno que olía demasiado cigarrillo. Digamos que se complicó y por un rato me sentí medio incómodo. Pero, el que me venía siguiendo, creo, supo ver al joven incomodo que había en mí y con sutileza fue sacándome de encima a aquellos que por sendos motivos no me hacían sentir del todo bien.

Al fin de cuentas, el objetivo caos ya se había cumplido a la perfección. Los que no me atraían, estaban entre ellos ahí bien cerquita, y en el banco quedamos entre 6 y 7 más otros que solo se dedicaron a mirar y tocarse.

Paso de todo, imposible describir tanto morbo y deseo en un solo relato sin volverlo demasiado explicito, pero paso de todo. Por momentos éramos tres hombres parados alrededor de dos que nos daban placer oral sin límites. hubo un rato en el que disfrute yo de sentir dos o tres miembros deseosos en mi boca, de lamerlos y mirarlos a los ojos y verlos retorcerse de gozo mientras no podía parar de m4sturbarme. Sentía la punta de mi falo empapado de deseo mientras alguien tocaba mi cola a la perfección. Cero dolor, mucha lubricación. Digamos que fueron 30/40 minutos de gemir y escuchar gemidos en el aire... increíbles.

Pero hubo dos momentos de un nivel de delicia infartantes.

El muchacho tipo osito que estaba sentado, tras dejarme el p3n3 brillante turgente como piedra, me puso un preservativo con la boca y me dio la espalda como invitándome a... bueno, ya saben.

Recuerdo entrar muy despacio en él, sentir su calor interior en todo mi miembro y comenzar a bombear de menor a mayor hasta que me di cuenta que eso atrajo más público. Y a mi juego me llamaron. Sacando el mejor actor p0rn0 que tengo dentro, lo penetré y sentí gozar como pocas veces me paso. La imagen grabada es el apoyado sobre el pecho de otro que solo lo sostenía, abrazaba y contenía hasta que después de mucho rataplán entre sus cachetes y mis caderas pude sentir su orgasmo en mí se×o mientras besaba y lamia otro falo que gentilmente se subió al banco para estar a la altura justa,

Mientras todo esto ocurría, quien me había seguido por todos lados se había puesto él un preservativo y comenzó a frotarse contra mi agujerito dilatado aumentando aún más toda la temperatura que ya me recorría.

Sonreí, toque su pij4 grande y dura para corroborar que tuviera el forro puesto y me entregué al momento de mayor intensidad de la tarde. Otra vez en el centro de la escena, mientras él entraba y salía de mí con fuerza y suavidad a la vez, podía sentir a mí alrededor los gritos de placer de otros, varias manos recorriendo mi cuerpo al mismo tiempo, tocándome todo lo que me daba placer. Como nado sincronizado pero se×ual. Como resistirme a semejante disfrute? Empujo mi torso hacia adelante y con alguien metido entre mis piernas chupando y lamiéndome todo, empecé a hacerle oral a algún bello falo que se me puse adelante. Culpa? Vergüenza? miedo? Preguntarme cómo puedo estar pasándola tan bien con hombres, con lo mucho muchísimo que me gustan las mujeres? JAMÁS

Será que soy así. Que siento que la vida es una sola y que cada momento que la vida me presenta lo tengo que disfrutar porque, quizás, puede no se vuelva a repetirse?

No lo sé, pero me entregue, literalmente a ser el centro de la escena de uno de los mayores momento de placer físico y psicológico de mi vida.

De repente exploté, recuerdo inflar los cachetes de quien estaba entre mis piernas hasta bañarlo porque no pudo tragar todo tan rápido. Recuerdo que quien estaba atrás mío al sentirme acabar salió y tocándose me tiró todo su jugo sobre la espalda y recuerdo que hubieron varios que en lapso de segundos habíamos manchados todo por todos lados. Y que, minutos después, el banco había quedado vacío.
Subí las escaleras muy despacio, con las piernitas temblando, me duche, me vestí y me fui sin saber el nombre de ninguno de ellos. Ni ellos el mío.

Ya está, no?

Total, ya había ocurrido eso que hoy acabo de titular: EL PERMITIDO.

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