lunes, 15 de mayo de 2023

LA ORGÍA SIN SEXO

 

LA ORGIA SIN SEXO

Sin clemencia. Impiadosa la escena fue mutando. Fue rotando, se fue transformando en un sueño de alto contenido erótico. Una noche de masajes cariñosos en una fiesta erótica, resultó en la orgía más bella que me haya tocado vivir, pero sin sexo.

"Cómo sin sexo? ¿Orgía sin sexo?"

Masaje tras masaje fueron pasando las personas y sus energías. Una mujer dio el puntapié inicial, y se transformó en la primera envidiada de la noche. Con mi colega, vestidos apenas con unos lienzos de la cintura para abajo, y la piel como abrigo por encima, comenzamos a acariciar cuerpos. Distintos cuerpos, pieles y aromas fueron adornando con su belleza la camilla.

La misma estaba pegada a la entrada del lugar, una especie de teatro sin tribunas, con una pista grande que nos cedió un espacio bien expuesto. Ni bien traspasabas la puerta, lo primero que veías era una camilla y dos muchachos masajeando gente semi desnuda con plumitas de cotillón en las zonas más sensibles del cuerpo de l@s osad@s que se animaban a ser estimulados por nosotros.

La noche avanzó, pasaron hombres, mujeres y trans de todas las elecciones sexuales posibles. Eso excitaba mi mente. Cuerpos pequeños, grandes, peludos, depilados, todos semidesnudos, dispuestos al placer.

Con mi compa, sin distinciones, acariciamos, besamos, masajeamos y estimulamos todos los sentidos posibles. La gota de un hielo derretido caía desde mi boca por un pezón (ya ni recuerdo si masculino o femenino) y recorría el costado del cuerpo hasta fundirse con la sabana que cubría la camilla. Minutos después, un chorro de aceite caliente con aroma alimonado recorría la línea de una espalda desde la nuca hasta donde los pelitos se erizan, allí bien cerquita del coxis. Mis manos rozaban suave la entrepierna desde los tobillos hasta... Casi casi, díganos que la ingle. A veces era un bóxer, lo que tapaba zonas púdicas, otras una diminuta tanga de látex, cuero o algodón. El olor del Nag Champa encendido entraba por los poros. A alguien recuerdo haberles dado un caramelo de chocolate.



-"Saboréalo!"- Dije.
-"no lo devores! Lamelo, chupalo, mordelo suave, pero sin romperlo”. -

- “Disfrútalo como quisieras disfrutar una noche de sexo apasionado. Tómate tu tiempo.”-

Sentí su textura, al principio es duro, pero a medida que se mezcla con la saliva, con el calor de tu boca, se va derritiendo. Jugá con ese líquido cálido y dulce.

Imposible parar tanto placer y tanto amor en el contacto. Fue todo erótico, todo sensual, cuasi romántico.

Las únicas consignas de la fiesta eran: CONSENSO Y NO GENITALIDAD O SEXO EXPLÍCITO.

De repente, pues, todo giró, rotó, mutó. Una mujer de piel blanca como la nieve, en contraste con su arnés de cuero negro y micro tanga haciendo juego, se recostó sobre la camilla a recibir su turno. Su pareja, vínculo o amigo con derechos (¿quién sabe?) Nos miró y pidió también masajearla.

¡Ja!¡Ja!¡Ja!

¡Delicioso “error”!  De los más deliciosos que me ha tocado cometer y que jamás tendrá arrepentimiento. 

Se sumó él. Se sumó ella, aquel y aquella.

La camilla se volvió un mundo de gente con poca ropa tocándose, acariciándose, “masajeándose”. Al lado mío, dos mujeres conocidas comenzaron a besarse apasionadamente mientras con una mano acariciaban la pierna de quién seguía acostada y recibiendo manoseos indistintos. Una amiga, escritora erótica también, observaba todo como creando su próximo relato en su mente. Pero sin participar. Voyerismo puro. Mi compañero embadurnado de aceite masajeaba los glúteos erectos (Sí, no hay otra definición para esos glúteos) contra una pared. Mis manos y brazos aún deslizaban sobre la espalda que seguía recibiendo el mimo, ahora, de más de 10 manos distintas. Por mi espalda, unas manos suaves de un hombre pelilargo erizaron mi piel al mismo tiempo que mis labios se mezclaron con los de una italiana que interrumpió sus besos con otra mujer solo para fundir sus labios con los míos.

No puedo describir mucho más. Un mar de manos y labios y sexos húmedos y duros atrapados en ropas manoseadas por sobre la tela, se confundían entre sí. Casi no se sabe quién es quién.

Las reglas del juego, parecían limitantes, al menos la de NO SEXO EXPLÍCITO, pero, por el contrario, eso obligó a muchas mentes acostumbradas al coito como definición sexual, a disfrutar de las mieles del roce, las caricias y el amor. Dejando la genitalidad de lado para disfrutar de un momento de altísimo contenido erótico.
Lo más rico, creo, fueron los besos. O el sabor de un pezón hiper erecto sumergido en la boca de una mujer vestida de cuero taco aguja. O tal vez esa espalda arqueada al son de una lengua que recorría el muslo interno de ella, que seguía acostada sin importar el terremoto que azotara su entorno.
A mí? Me tocaron, manosearon y abusaron con todo placer y permiso. Porque tanto mis gemidos como los de los demás, que adornaban el aire casi tapando la fuerte música, consintieron todo con respeto, mucho morbo y calentura.

¿Que más pasó? No sé. O capaz sí. Pero si sé que eso ocurrió esa noche. La mejor de las orgías, la más excitante, por lejos. ¡Aunque sin sexo!

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