LA ORGIA SIN SEXO
Sin clemencia. Impiadosa la escena fue mutando. Fue rotando,
se fue transformando en un sueño de alto contenido erótico. Una noche de
masajes cariñosos en una fiesta erótica, resultó en la orgía más bella que me
haya tocado vivir, pero sin sexo.
"Cómo sin sexo? ¿Orgía sin sexo?"
Masaje tras masaje fueron pasando las personas y sus
energías. Una mujer dio el puntapié inicial, y se transformó en la primera
envidiada de la noche. Con mi colega, vestidos apenas con unos lienzos de la
cintura para abajo, y la piel como abrigo por encima, comenzamos a acariciar
cuerpos. Distintos cuerpos, pieles y aromas fueron adornando con su belleza la
camilla.
La misma estaba pegada a la entrada del lugar, una especie
de teatro sin tribunas, con una pista grande que nos cedió un espacio bien
expuesto. Ni bien traspasabas la puerta, lo primero que veías era una camilla y
dos muchachos masajeando gente semi desnuda con plumitas de cotillón en las zonas
más sensibles del cuerpo de l@s osad@s que se animaban a ser estimulados por
nosotros.
La noche avanzó, pasaron hombres, mujeres y trans de todas
las elecciones sexuales posibles. Eso excitaba mi mente. Cuerpos pequeños,
grandes, peludos, depilados, todos semidesnudos, dispuestos al placer.
Con mi compa, sin distinciones, acariciamos, besamos,
masajeamos y estimulamos todos los sentidos posibles. La gota de un hielo
derretido caía desde mi boca por un pezón (ya ni recuerdo si masculino o
femenino) y recorría el costado del cuerpo hasta fundirse con la sabana que cubría
la camilla. Minutos después, un chorro de aceite caliente con aroma alimonado
recorría la línea de una espalda desde la nuca hasta donde los pelitos se
erizan, allí bien cerquita del coxis. Mis manos rozaban suave la entrepierna
desde los tobillos hasta... Casi casi, díganos que la ingle. A veces era un bóxer,
lo que tapaba zonas púdicas, otras una diminuta tanga de látex, cuero o algodón.
El olor del Nag Champa encendido entraba por los poros. A alguien recuerdo haberles
dado un caramelo de chocolate.
-"Saboréalo!"- Dije.
-"no lo devores! Lamelo, chupalo, mordelo suave, pero sin romperlo”. -
- “Disfrútalo como quisieras disfrutar una noche de sexo
apasionado. Tómate tu tiempo.”-
Sentí su textura, al principio es duro, pero a medida que se
mezcla con la saliva, con el calor de tu boca, se va derritiendo. Jugá con ese
líquido cálido y dulce.
Imposible parar tanto placer y tanto amor en el contacto.
Fue todo erótico, todo sensual, cuasi romántico.
Las únicas consignas de la fiesta eran: CONSENSO Y NO
GENITALIDAD O SEXO EXPLÍCITO.
De repente, pues, todo giró, rotó, mutó. Una mujer de piel
blanca como la nieve, en contraste con su arnés de cuero negro y micro tanga
haciendo juego, se recostó sobre la camilla a recibir su turno. Su pareja,
vínculo o amigo con derechos (¿quién sabe?) Nos miró y pidió también
masajearla.
¡Ja!¡Ja!¡Ja!
¡Delicioso “error”! De los más
deliciosos que me ha tocado cometer y que jamás tendrá arrepentimiento.
Se sumó él. Se sumó ella, aquel y aquella.
La camilla se volvió un mundo de gente con poca ropa tocándose,
acariciándose, “masajeándose”. Al lado mío, dos mujeres conocidas comenzaron a
besarse apasionadamente mientras con una mano acariciaban la pierna de quién
seguía acostada y recibiendo manoseos indistintos. Una amiga, escritora erótica
también, observaba todo como creando su próximo relato en su mente. Pero sin
participar. Voyerismo puro. Mi compañero embadurnado de aceite masajeaba los
glúteos erectos (Sí, no hay otra definición para esos glúteos) contra una
pared. Mis manos y brazos aún deslizaban sobre la espalda que seguía recibiendo
el mimo, ahora, de más de 10 manos distintas. Por mi espalda, unas manos suaves
de un hombre pelilargo erizaron mi piel al mismo tiempo que mis labios se
mezclaron con los de una italiana que interrumpió sus besos con otra mujer solo
para fundir sus labios con los míos.
No puedo describir mucho más. Un mar de manos y labios y
sexos húmedos y duros atrapados en ropas manoseadas por sobre la tela, se
confundían entre sí. Casi no se sabe quién es quién.
Las reglas del juego, parecían limitantes, al menos la de NO
SEXO EXPLÍCITO, pero, por el contrario, eso obligó a muchas mentes
acostumbradas al coito como definición sexual, a disfrutar de las mieles del
roce, las caricias y el amor. Dejando la genitalidad de lado para disfrutar de
un momento de altísimo contenido erótico.
Lo más rico, creo, fueron los besos. O el sabor de un pezón hiper erecto sumergido
en la boca de una mujer vestida de cuero taco aguja. O tal vez esa espalda arqueada
al son de una lengua que recorría el muslo interno de ella, que seguía acostada
sin importar el terremoto que azotara su entorno.
A mí? Me tocaron, manosearon y abusaron con todo placer y permiso. Porque tanto
mis gemidos como los de los demás, que adornaban el aire casi tapando la fuerte
música, consintieron todo con respeto, mucho morbo y calentura.
¿Que más pasó? No sé. O capaz sí. Pero si sé que eso ocurrió
esa noche. La mejor de las orgías, la más excitante, por lejos. ¡Aunque sin
sexo!
Profundo relato
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