miércoles, 15 de julio de 2009

Juegos sexuales

Mientras la tarde corría, el domingo iba llegando a su noche y el sol ya no calentaba tanto afuera como tu sol lo hacía aquí adentro, nuestras mentes y nuestros cuerpos comenzaron a clamarse. 
Y allí, en medio de tanta beatitud vespertina, en medio de tantos orgasmos tuyos y también de algunos míos, me pediste que pare. 
Por un instante pareció un instante de egoísmo de tu parte. Mi sexo latía fuerte y estaba hinchado a reventar. Nuestros encuentros de ese fin de semana venían en auge, cuasi perfeccionándose y parecía que esta explosión venidera iba a seguir con la misma tónica, pero... me pusiste tu mano en el pecho y me pediste que pare.
Mi traspiración recorría aun mi pecho agitado y sorprendido por tan repentina petición cuando, luego de tomarte unos minutos de mirarme, como tomando una desición,  me dijiste al oído: -" Date vuelta".
Mi mirada, perdida entre tus ojos seductores y tus senos turgentes, pasó de placentera, extasiada y agitada a pícara, obediente y entregada.
Al querer darme cuenta de todo lo que acontecía, ya me encontraba atado, boca abajo, a tu merced.
El hecho de ser masajista hizo que  verte tomar un pocillo con aceite para masajes no me sorprenda, ya que varias veces fui yo quien dio placer bien lubricado. Pero esta vez había algo distinto, en tu mirada, en tu cabeza, en tus pensamientos. yo lo notaba, pero no quise decirte nada y te deje ser, y cedí ante la amenaza de goce puro.
Con la ternura de siempre, habías atado mis manos a las patas de la cama, con con algo suave, como un pareo o un pañuelo en cada mano. Luego vendaste mis ojos y también sujetaste mis pies, separando mis piernas.
 Así me sumergiste en un mundo de incógnita y placer consecuente. 
De ver y sentir todo, pasé a solo escuchar el crujir de la cama ante cada movimiento tuyo, tu respiración en el oído y a sentir tu aliento que me enloquece. 
Recuerdo el aceite corriendo repentinamente por la línea de mi espalda, casi hasta la nuca, casi hasta la cola.  Desparramándose un poco. Erizando cada vello de mi piel.
Tus manos lentamente recorrieron mi cuerpo, que ahora hierve nuevamente. rozaste una y otra vez tus pechos por mi espalda, embadurnándolos, sumergiéndolos en la deslizante y sensitiva sustancia que jugaba con nosotros ahora. Desde mi cuello y con tu lengua bajaste sueve otra vez por mi meridiano dibujando en tu mente un camino imaginario, fuiste de un polo al otro sin preguntar. Allí, Redondeados, apretados e inquietos, mis glúteos empezaron a sentirte. Apoyaste primero tus labios, jugaste con tu lengua y hasta algún mordiscón suave me incendiaron lentamente. Luego te incorporaste y sentí tu vulva latiendo empapada y caliente sobre mí. Cabalgaste como yegua salvaje frotando tu clítoris contra mis nalgas. Sentí tu orgasmo y tus uñas clavadas en mí. Me excitaba increíblemente tenerte ahí atrás, dominando. 
Lenta, pero decidida, tu lengua recorrió entonces el medio de mi cola de punta a punta sin parar hasta sentirte en los testículos. Jugando con un periné duro como piedra, como saboreando, como preparando. 
¡Una mordida infaltable, suave y dulce, y de repente tu lengua cambió de rumbo y dirigió suave a mi cola!
Dilatado de éxtasis y morbo, el placer invadió mi cuerpo. Sentí un calor insoportable que me recorrió y vos lo sentiste. Y nunca más paraste. Me veías soportar tanto placer y acelerabas. Me veías y sentías mi sexo duro como piedra apretado contra la cama, levantando mis caderas como un cricket levanta al automóvil para cambiarle una rueda!
¡Por entre mis piernas una mano se coló allí abajo y comenzó a masturbarme, empapándose entre tu saliva y mi jugo de amor que se escapaba por la punta mientras que entre tu lengua y tus dedos no dejaban de jugar a mis espaldas! Mis gemidos invadían la oscura habitación casi a la par de los tuyos. Tu mente, afiebrada de gozo, explotaba como todo mi cuerpo vibraba a la par.
Tras varios minutos de alucinantes temblores orgasmos no eyaculatorios, sentí tu dedo gordo llegar al tope de sus posibilidades. Si antes no podía controlar nada por estar atado, ahora no podía controlar nada porque mi cuerpo ya no me obedecía. Simplemente levitaba.
Tu dedo entraba y salía a gran velocidad, a veces cambiabas de dedo, a veces sumabas otro y otros, mientras que mi rostro mostraba una mezcla de alegría, satisfacción absoluta, placer, éxtasis y... por supuesto un poco de vergüenza por volar tan alto por medio de una zona tan bastardeada y tabú! ¡Pero para que parar si me estaba volviendo loco!
En un abrir y cerrar de ojos, mi miembro, en un estado de hiper erección, derramo la mayor cantidad de semen que haya derramado jamás. Una manta blanca cubrió la sábana oscura de la cama. El sudor recorrió mi rostro y mi cuerpo tembló tanto, que creo que por un segundo me fui a otra dimensión. No podía hablar, no podía respirar. Simplemente no podía ya hacer mas nada! Quedé tendido, rendido, fusilado de placer. 
Sin más, sentí mis manos libres, mis ojos comenzaron a ver y ella se recostó a mi lado mirándome fijo, soberbiamente feliz. Soberana. 
Tomo una de mis manos y la puso en su vulva, para mostrarme, para hacerme sentir, que ella había estado aún más excitada que yo. Empapada, en medio del silencio, me miró. ¡¡sonrió y nos quedamos profundamente dormidos!! No era necesario ya decir más nada!!

El juego recién estaba comenzando.

3 comentarios:

Massage

Massage