sábado, 4 de mayo de 2024

LA LLAMADA




Ellas reían, ellos cantaban. Ellas bailaban, ellos preparaban los tragos.

O que se yo, capaz era al revés.
Una noche de febrero del año 2007 nos encontró en el barrio de caballito al grupo de murgueros de la murga en que bailaba, disfrutando, después de varias fantásticas actuaciones, de unas buenas bebidas y fumando cigarrillos mágicos. Polleras cortas, ombligos al aire, shorts deportivos y torsos desnudos semi transpirados eran el cuadro de un ebrio festejo de carnaval.
No sé si es la época, la poca ropa, el significado mismo del carnaval revoloteando por el aire o simplemente el verano, pero la tensión sexual siempre se siente un poco entre los murgueros. Aunque luego solo quede en cantos y bailes abarrotados de picardía.
En eso, suena mi celular y atiende un amigo, ya que yo no lo tenía a mano. Y me lo pasa diciendo: -"Negro, atendé, te llama una mujer"-.
La exclamación grupal al grito de -"aaaaaahhhhhhhh!!!"-, con sorna, un poco de gaste y mucha sugerencia, me hicieron poner colorado aún sin saber quién llamaba.
Mi madre a esa hora no llama a menos que se derrumbe el edificio.
Novia, pareja o amante no tenía, como para que pasadas las 2 am alguien me esté reclamando.

-"Hola"-. Dije. -"Quién es?"-.

Y la magia del carnaval se hizo presente. Ella, compañera de un curso de masajes de una escuela de un nivel muy inferior al que luego acudí y con el que hoy me gano la vida, me estaba invitando a su casa, a esa hora de la madrugada sin que nunca antes hubiera ocurrido nada entre nosotros más que alguna insinuación.

Resulta que habíamos trabajado juntos, yo le había hecho masajes a ella, ella a mí, y la química había sido total. Sí, química de masajes, no de otra cosa. Pero total. Yo estaba dando mis primeros pasos en la materia y, conociéndome, intentaba a toda costa dejar de lado mis pulsiones eróticas para poder ser lo más profesional posible. Viste que la gente tiende a juzgarte sin conocerte y si uno se muestra como una persona erótica, no se arriesga a tomarse un masaje por miedo a que le mandes mano de maneras libidinosas y, sobre todo, deshonestas. Eso me tenía en un limbo entre la culpa por ser quien soy, un ser sexual y erótico, y el miedo al prejuicio y no poder trabajar con algo que me estaba gustando y mucho.

Fue así que tras habernos hecho tal masaje, ella me dijo:

-"Vos tenés que ir a.... "-. Tal escuela.

-"tenés una energía, una forma de tocar, que no es para esta escuela que es tan ortodoxa con todo vestido de blanco, el ambo y toda la parafernalia. A mí me superó un poco, no le temen a la desnudez y están muy relajados con lo que pueda pasar con el despertar del erotismo. Pero a vos te veo ideal para ir a este lugar. Ojo, aun así te enseñan a ser súper profesionales. Trabajan con la respiración, la energía, son muy grosos y claros"-.

Esa fue nuestra primera charla y la que marcó lo que luego voy a contar y que estaba ocurriendo con esta simple llamada.

-"Como estas?"-. Me dijo. -"Te acordás que alguna vez quedamos en que vengas a casa? hacer algún intercambio de masajes y charlar?"-.

-"Si"- Le dije yo, escuchando con cara de sorprendido y algo de público expectante.

-"Bueno, estoy sola en casa. No sé si van a venir unas amigas y amigos y pasarla bien bailando y cantando y luego se van y te podes quedar. Te gustaría venir ahora?"-



Lo primero que atiné a hacer fue sorprenderme. No iba a dejar a mis compañeros en una reunión de amigos, por ir a una reunión de amigos ajena. No terminaba de entender, o no quería creer una cosa, moverme hasta allá y que después no resulte ser aquello que uno medianamente podía llegar a sospechar que encubría dicha invitación. Y sí la invitación era realmente a que luego ocurra algo más? Y si no lo era? Y si mi mente me engatusaba?

-"Mirá, yo ya estoy en una reunión con amigos y amigas. Además estamos tomando algo, ya estoy alegre... para ser sincero también estábamos fumando fasito. No se sí estoy en las mejores condiciones para caer a tu casa, con gente desconocida, etc. no? Adonde es esto? donde vivís?"-

Creo que esa última respuesta/pregunta desato el nudo de interrogantes que había en esta charla. Ya que ella me regalo algo que muchos hombres (dicen las mujeres nos aterra, no a mi) imaginamos desear. Una mujer empoderada que cuando desea algo va y lo busca y si puede lo toma. Aunque esto siempre dependa del consenso y la comunicación, no?

-"Esto es Villa Ballester. Pero si te venís, te pago el remis. La verdad no sé si van a venir mis amigues, creo que vamos a estar solos. No sé si me entiendes. No importa como estés, que la gente esté alegre y celebre la vida no me molesta. Podemos tomar algo acá y fumar también y reír y ver qué pasa. Así que si es por la distancia, olvídate, te mando el remis ahora. Vos elegís"-.

Chan. no? ma que chan! Catrina de chanes y sacudime el avispero si queréis.
Tuve que hablarlo con mis amigos, recuerdo. Ella debería rozar los 40 años y un poco más también. Y yo gozaba de mis clavados 27 carnavales. Pocas veces había afrontado un ofrecimiento tan claro de una mujer. Capaz alguna sí, pero que me paguen el remis y me banquen medio en pedo y fumado era como que me puso entre la espada y la pared. La pregunta era clara: Querés o no?
Puse en mute el celu, y charlando con mis compañeros les comento la situación. Si voy, la noche termina perfecta, sino voy, capaz también, con ellos y ellas. Pero tampoco la conozco tanto, y si me droga y vende mis órganos?

-"Hace lo que vos quieres y sientas, Negro"-. Me dijo uno muy jugado en sus consejos.

-"Te vas a ir por un garche?"-. Me dijo otro, no ayudando para nada en mis dudas y más bien un poco forro.

-"Te gusta ella? da para ir? si da, andá, si a nosotros nos ves todos los días"-. Me dijo el que me dijo lo que quería escuchar. Y, con el diario del lunes, el más sensato en su respuesta.



"-Bueno, dale, voy para allá"-. Le contesté ya sin dudas aunque con mucho calor interno y una erección escondida lo más posible mezcla de ganas, nervios, vergüenza y varias otras sensaciones y emociones.

"-Dale, te espero con unas cervecitas heladas. Si tenés algo para fumar, tráelo y fumamos juntos"-. Completó la charla perfecta.
No pasaron 10 minutos que el remis estaba tocando el timbre y a mí me temblaban las piernitas. A esa altura todo el grupo sabía que Adrian se iba a encontrar con la mujer misteriosa que le hizo la mejor de las propuestas.
Yo quedé en avisarles si estaba vivito y coleando, así se podían olvidar de la venta de mis órganos y ellos quedaron en estar atentos a mis mensajes.
30 minutos después, a esa hora las distancias se acortan por el poco tránsito, estaba con el remis llegando a su casa. Como todo caballero, al remisero no le dije nada (Y eso que los remises y taxis para muchos son como el confesionario de turno), siendo que ella tenía que acercarse y abonarle. No quería que el mismo la juzgue, ya que conozco la mirada masculina sobre una mujer que demuestra sus ganas de tener sexo sin tapujos.
Pero mi secreto fue en vano, Ella salió muy campante y sonriente a pagarle y le dijo:

-"Gracias por traérmelo a domicilio, esta noche no se salva"-.

Casi me muero. Jajá. Si quedaba alguna duda del contenido de la invitación, se habían disipado por completo.



Pasamos al living de la mano. Recuerdo algunos sillones puf alrededor de una mesa ratona, las paredes coloridas, en la mesa algunas cositas para picar y una frapera con la Heineken escarchada esperando. Señalando la mesa me dice:

-"Te ibas a perder de esto?"- Y nos reímos.
Tomamos, hablamos, quedamos en que algo había quedado pendiente de ese curso de masajes y me aviso que al final no iba a ir ningún amigo ni amiga e íbamos a estar solos. Algo que, imaginarán: Lo sospeché desde un principio.
No tardo mucho para que entre papa frita y birra nuestros labios se enreden como ovillo de lana mal guardado. Los hielos de la frapera se derritieron sobre sus pechos desnudos mientras de fondo y bajito sonaban algunos clásicos de la Bersuit. Nuestras ropas, tal dos adultos sin vergüenzas, una a una fueron cayendo al piso hasta que ella, en otro acto de lujuria desenfrenada comenzó a regalarme una felación histórica.
Todavía de noche, me encontraba despatarrado sobre un puf naranja viendo a los ojos a una mujer divina que me miraba a boca llena y apasionada por lo que hacía. Creo que no estaba ni tan en pedo ni tan fumado al fin de cuentas o el viaje y las ganas me despabilaron por completo.

-"Esperá"- sonó mi voz tembleque. -"No quiero acabar aún, creo que esta invitación era para que ambos la pasemos bien, no?"-.

-"Si, pero creo que no me equivoqué con vos. Sé que no sos así. Por eso te invité"-.

-"Así como?"- Le pregunté yo.

-"Egoísta"-. Me dijo.

Para colmo de todo me trabajaba el ego. Ja. Una genia! No sé si se trataba de egoísmos o no, al final de cuentas a mí me gusta estirar las cosas. Disfrutarlas más. No iba a ir hasta Villa Ballester para terminar a los 20 minutos. La verdad en ese sentido se notó la diferencia de edad. En la charla previa me había comentado que se iba a vivir a Alemania y que no quería irse sin verme. Todo fríamente calculado. Admito que no me molestó para nada ser el pendejo de su historia.
Así, pasamos al cuarto, donde nos esperaba un colchón en el piso frente a un ventanal hermoso que daba a un patio lleno de verde césped, árboles y flores, con el cielo aclarando lentamente.
Se acostó, y fui sin preguntar a devolver (con lo que me cuesta) el momento de oralidad recibido. Me empape de ella y sus orgasmos, me llene la boca de su placer que contagiaba al mío por inercia. No se cuánto estuvimos disfrutándonos pero sé que el sol comenzó a salir cuando recién empezamos a jugar con eso de unir nuestros sexos. Habíamos pasado horas de charlas, besos, mimos, caricias y mucho oral antes de llegar el momento en que por fin nos sentimos uno adentro del otro. Recuerdo prender el cigarrillo, volvernos a reír a carcajadas y volver a hacer el amor hasta desmayarnos en un éxtasis mutuo y simultaneo que ni la más romántica de las películas podría describir en imágenes.

3 de la tarde. 3 y media para ser preciso me tome el tren que pasó por estaciones como Malaver, San Martin y Migueletes, entre otras, antes de dejarme en mi querida Estación Pacifico, para llegar casi sin dormir a mi depto de Palermo. Días después, casi subiéndose al avión, me llamó para despedirse, parecíamos dos tortolitos que se iban a seguir viendo, pero no. Aunque no me puedo olvidar una frase suya: -"Yo sabía que entre nosotros había algo que no había que dejar pasar!"-. Cuanta razón tenía, no?

No sé la suya, pero mi sonrisa permaneció imborrable durante más de una semana. Y me recuerdo caminando por Av. Santa fe, riéndome solo.


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