miércoles, 26 de junio de 2024

PRIMER CONTACTO


 La espalda, de una tez no muy blanca pero tampoco morocha, era totalmente lampiña. Apenas comenzaban un par de pelitos recién en el inicio de la línea de su cola.

El aceite brillaba en su piel y el deslizamiento de mis manos era completamente limpio. Una piel increíble.

La desnudez de ambos, uno acostado y el otro danzando un masaje a su alrededor, erotizaba el ambiente. Del hornillo emanaba aroma Sándalo. De un  aceite, olor a Melisa y Eucalipto. De un lado de la camilla,tres velas grandes dentro de unos vasos con formas extrañas iluminaban una pared con figuras oscilantes por el viento caliente del aire acondicionado. Del otro lado, y bien cerca mío, otro hornillo solo tenía agua con un aceite dentro, calentándolo para usarlo luego sobre su cuerpo jugando con el contraste de temperaturas entre el aceite frío y este que ahora les cuento. Cada tanto, me llenaba las manos del aceite frío con movimientos lentos pero profundos sobre su cuerpo. Más tarde, sin usar las manos, dejaba caer el aceite bien caliente y podía verlo arquearse cuando el mismo recorría su línea media hasta perderse en su entre pierna.

Sin prendas que limiten nuestro espacio, y ante la unión de nuestras respiraciones y el contacto demasiado cercano de nuestras pieles, podía sentir mi miembro semi turgente que rozaba alguna parte de su cuerpo. Pero lo que me ponía, era cuando ese roce se daba en sus brazos o cerca de sus dedos. Ya que automáticamente se volvían garras que buscaban aferrarse a sus deseos. A esas fantasías que, aunque no me las había contado, podía presentirlas. Y estaba a escasos centímetros de poder cumplir, no se cual, pero al menos alguna de ellas.

La música acompañaba el patinar de mis manos y mi cuerpo al costado de la camilla no hacía más que danzar mientras mis labios entonaban esas ya conocidas melodías para mí.

Recuerdo jugar con su cola, con su espalda, pasarle cerca de su cabeza con mi miembro erecto y sentir su cabeza buscando besarme: fue sumamente excitante jugar con eso. Y sus deseos eran contagiosos.

-"Despacito, tomate tu tiempo, y date vuelta por favor"- le dije susurrándole al oído.

Sin prisa y sin pausa y con la voz temblorosa pero sonriente me dijo:

-dame un segundo"-

Y, acomodándose, giro para ponerse boca arriba con su fal0 erguido como mástil  de barco.

A esta altura, admito, ya estaba tan excitado como él, solo que sin vergüenzas.



Para bajarlo un poco, lo lleve de nuevo a una respiración calma y profunda. Acaricie su pecho, desde su cabeza, como llevando mis manos desde el pecho hasta su abdomen conmigo parado del lado del cabezal. Claro, era mi miembro el que ahora estaba demasiado cerca suyo y lo tranquilo de la respiración duró lo que un suspiro. Fue así que decidí tapar sus ojos y realizar el resto del masaje con una bolsita de semillas de lino bloqueando su visión.

-"Olvidate de ver"- Le dije. -"Sentí!"-.

La danza continuó por sus pies, sus piernas, sus muslos, la parte interna de sus muslos, allí bien cerca de su sexo pero sin tocarlo. Cada tanto un roce, casi involuntario. Pero nada más. Subí por su abdomen, su pecho y su cuello.

Los minutos pasaban y pasaban y faltando poco para el final tomé una decisión que creo ni él se esperaba. Supongo que esperaba le haga una masturbación. O algo que lo haga explotar esos litros de fantasías acumuladas. Pero no. Me subí a la camilla, levante sus piernas y puse las mías por debajo. Y así con ambos miembros erectos pegados uno con el otro, tome sus brazos y tirando de él lo levante hasta quedar frente a frente. Así, pegados, corazón a corazón, lo abrace y lo contuve y lo sostuve apretados ambos al punto de que solo el roce de nuestros cuerpos se podía sentir como una penetración que nunca ocurrió. Los cuerpos vibraban  incontrolables hasta que nuestros labios, frente a frente, se unieron en un beso intenso de apenas unos minutos, o una eternidad.



No quise avasallar tanto deseo suyo siendo una primera vez de contacto con un varón. Ni que sea algo tan vacío que terminara en un simple "final feliz". No. Fueron 10/ 15 minutos de abrazos y mimos. De manos acariciando la espalda del otro sin esperar más que eso. Hasta que, cuando las agujas llegaron a destino, solo atine a apoyar mi mano izquierda, la de mi corazón, sobre el suyo. Y, él hizo lo propio sobre el mío. Las respiraciones fueron bajando, la excitación mermando y un último abrazo apretado ocurrió, con un simple y gigante: 

-“GRACIAS”-.

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