
Extraño el olor de tu piel que emerge en los suaves retazos que cubren este lecho. Lecho tuyo. Lecho mutuo. Lecho nuestro.
Comedia paradójica de la vida en la que aun sabiéndote mía, estrujo la almohada nocturna en sueños de vos. Como si el crepúsculo me despojara de ti y mis añoranzas se aferraran a las plumas que aprieto con temor y ternura simultáneamente.
Asumo cada solitaria noche el riesgo de soñarte lejos, noches en las que despierto aterrado más aún que cuando en ídem circunstancia fantaseo macabramente con la muerte. Y quien no teme más al desamor que a morir? acaso morir no sería ponerle fin al desamor si tanto duele?
Por obra divina eso no ocurre, ni perecer ni no tenerte.
Es sólo aguardar esperanzado el encuentro del tesoro, que es tu ser, en el momento pactado por palabras de ensueños que emitieron tus labios la última vez que vi tu figura frente a la mía.
Es sólo esperar encontrar el momento, el espacio, el lugar que ya pronto ha de llegar.
No puede ser tan difícil.
Lo bueno de extrañarte es saber que aún estoy vivo para, sino te tengo, pelear por ti y si aún tengo esa gracia que es ser tuyo y tu mía, reír nuevamente al pensar que pronto volveré a ver brillar tu ojos en la noche. Que pronto volveré a ser millonario de tu amor, y te haré millonaria del mío. Y millonaria de mis besos e infinitamente millonaria de mis abrazos.
Que suerte es tenerte, que suerte extrañarte. Que suerte saber que te conozco y que suerte, pues haber nacido en la misma época, amor!
Te extraño y me duele, pero cuanto me gusta extrañarte!
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